sábado, 20 de septiembre de 2014

Nadie nos va a creer.




Nadie nos va a creer.
por Ramses Fonseca

Despertó a media noche, sobresaltado por el escándalo en el patio; parecía que alguien había entrado al cuartito donde guardaba sus herramientas y demás cachivaches y los revolvía furiosamente. El gordo gato rayado que dormía a sus pies despertó también y de inmediato apuntó las orejas hacia la puerta. Quien quiera que fuere el que hacía tanto ruido, lo siguió haciendo como si no le importara en lo más mínimo estar en casa ajena, desordenando pesadas herramientas a las 3:30am. El gato se encrespó, maulló amenazante y lanzó dos zarpazos al aire; no podía permitirse que su gato tuviera más huevos que él y salió de la cama decidido a enfrentar al hijo, o hijos de puta que habían irrumpido en la sacralidad de su hogar. Sacó del cajón junto a su cama la pequeña (y muy vieja) smith&wesson calibre .22 que había heredado de su abuelo (y que llevaba las mismas 8 balas en el cargador desde 1947); salió armado con una pistola que parecía más un peligro para él mismo, enfundado en sus botas Doctor Martens negras (sin amarrar, of course) y en sus calzones (largos) de Batman; el gato lo siguió.


Conforme bajaba las escaleras y se acercaba a la puerta que daba hacia el patio, un zumbido, como el de una televisión en el canal de audio/video pero mucho más intenso, se clavaba en sus oídos y en los del gato; ya desde la puerta pudo observar la luz encendida en la “covachita” que era el cuarto de herramientas y la sombra del intruso que proyectaba desde adentro. Le sudaban las manos, sentía que se le resbalaba la pistola y aunque su vejiga amenazaba con traicionarle y estallar, se armó de huevos (o sea, de un chingo de valor) y sin hacer ruido, salió de la casa decidido a encarar al intruso; el gato salió con él.  


Estando afuera, los vellos de sus brazos se erizaron, no sabía si era por el fresco de la madrugada, por el miedo y la incertidumbre del allanamiento de su morada o porque el zumbido en el ambiente era ya tan fuerte que se sentía como la estática de un globo previamente frotado en cabello; de reojo miró al gato y constató que su pelo también se erizaba.  La puerta abierta del cuartito permitía que una franja de luz se desparramara sobre el suelo de la cochera y en ella se dibujaba la sombra del ignoto yendo de un lado al otro; pero ahí junto a la franja de luz, y ya fuera de su brillo se podía distinguir otra sombra, una que proyectaba la luna llena a medio patio, la sombra de un círculo perfecto y que lo hizo levantar la mirada en busca de la fuente, entonces la vio.


Ahí, suspendida en el aire, a no más de 2 metros sobre su cabeza, había una esfera, no más grande que una de esas pelototas de plástico transparente en las que te metes y llenan de aire para andar flotando sobre el mar, pero esta era metálica, zumbaba y estaba tan cerca de ella que podía verse reflejado en su superficie, tan claramente que hasta podía distinguir su ridículo gesto mezcla de asombro, estupefacción y miedo al contemplar aquella visión tan surrealista, tanto como la sensación del delgado y calientito hilo de orina escurriendo bajo su pierna izquierda y contrastando con el frío que le golpeaba de lleno, de los boxers hacia abajo; y si el gato no se orinó encima por la impresión de contemplar  aquella enorme burbuja plateada flotando en el cielo, lo hizo cuando el invasor salió del cuarto.


No medía más de metro y medio de alto y a resumidas cuentas encajaba perfectamente en la descripción de "extraterrestre" que dan los abducidos y los de “alienígenas ancestrales” del History Channel. El “gris” se quedó parado bajo el marco de la puerta, también parecía asombrado de haber sido sorprendido por un sujeto en calzoncillos, armado y acompañado de un gordo gato a rayas; los miró fijamente con sus grandes ojos negros y antes de que pudiera hacer algún movimiento, el tipo con los calzones de batman logró vencer los fuertes temblores que sacudían su cuerpo y apuntó el arma, agitándola frente a la ovalada cabeza del extraño ser, que de inmediato alzó los brazos y se los llevó a la cara, cubriéndose de la amenaza.


-¡No dispares, terrícola, por favor! - Alegó el extraterrestre en un extraño tono de voz y con un acento mucho más raro aún, quebrado por el nerviosismo de estar siendo amagado con un arma de fuego, continuó - Mi nave está “estacionada” en tu… hum… espacio aéreo… porque sufrí una avería y necesito repararla antes de regresar a mi planeta...  ¿De casualidad tendrás una llave allen de 5/32 de pulgada? O una de 3.97 milímetros, es igual…


El güey de la pierna mojada se paniqueó al escuchar hablar al ser y gritó, no le importó en lo más mínimo su argumento y reaccionó de manera instintiva; un rechinido acompañado de un clic interrumpió al alien en su alegato, era el sonido del gatillo de la pistola siendo presionado desesperadamente por el asustado “contactado”, otro rechinido y otro clic, otra vez jalaba el gatillo pero nada pasaba, de nuevo, rechinido, clic y nada; el alien alzó la mirada y dijo - Quizás tiene el seguro puesto ¿Ya la revisaste? - Separó su huesuda mano del rostro, estiró el brazo para señalar dónde debía de mirar y prosiguió - Tiene una palanquita de ese lado…


Al ver que estaba indefenso contra la horrible criatura que tenía enfrente, solo atinó en lanzarle el arma inservible con todas sus fuerzas, con un poco de suerte le daría un fuerte golpe en la cabeza y lo noquearía, pero solo quería generar distracción suficiente para darle tiempo de escapar. Para cuando la pistola cayó (muy lejos del gris) el tipo ya había recogido al gato, lo abrazaba como si fuera balón de fútbol americano y corría como alma que lleva el diablo hacia el zaguán de la calle. Corrió por 6 calles más antes de detenerse y voltear hacia el cielo sobre su casa solo para comprobar que la esfera ya no estaba ahí.


Algunas calles más allá, sobre Avenida Central, alcanzaba a ver las luces rojas y azules de una patrulla, su primer impulso fue gritar para pedirles ayuda pero escuchó una voz serena a la altura de su pecho que habló para cuestionarlo - ¿Para que le hablas a la policía? - y aunque la voz no se parecía en nada a la del horrible extraterrestre del que acababan de escapar, una nueva oleada de pánico se apoderó de su vejiga y lo hizo descargarla otra vez sobre su pierna izquierda; invadido de un miedo que casi lo paraliza, bajó la mirada hacía el pecho y encontró entre sus brazos al gordo gato a rayas mirándolo fijamente, que abrió su pequeño hocico peludo y continuó:
- ¿Qué les vas a decir? ¿Que vimos a un alien y que te pidió tus herramientas? ¿Acaso estás loco? Nadie nos va a creer.






domingo, 3 de agosto de 2014

NECROFILIA


NECROFILIA


La muerte es ausencia… y tú estás muerta…
y lo que fue la bella presencia de tu materia
ahora se pudre y apesta, pero tu esencia se
impregna, inquieta y en pena y no es más que
un fantasma que me lo recuerda, que no me suelta,
se queda y me besa y me eriza de pies a cabeza
y polillas y no mariposas o lo que quiera que sean
revolotean dentro de mi estómago y asquean…


Y en solo un momento todo se torna obsceno,
mórbido, grotesco, asqueroso y funesto…
siniestro, pero al mismo tiempo es tan bello
y honesto el silencio en que contemplo,
tirado en el suelo y en un charco sanguinolento
el cadavérico cuerpo de ese recuerdo de todo
eso que fue lo nuestro…
y que ahora yace inerte, irremediablemente muerto…


Acariciarte y helarme por lo gélido de tu
piel pudriéndose al aire y negarme a ya no
tocarte y sepultarte aún cuando tus labios
empiezan a amoratarse… murió la carne más
no el romance y el impulso imperante, aberrante,
insaciable de desearte, desenterrarte
y besarte… hacerle el amor a tu fantasma
mientras me jodo al cadáver…


Una salida de la jodida melancolía y de los espectros
de tus recuerdos y tu piel fría contra la mía
en el flirteo ocultista  y tu fantasma reviva
en la lascivia prohibida de la necrofilia…

Ramses “Rapatustra” Fonseca
2014